"Reconstruir" la Conducta Es Neurociencia (y por qué la inhibición exclusiva es insuficiente)

"Reconstruir" la Conducta Es Neurociencia (y por qué la inhibición exclusiva es insuficiente)

Oct 28, 2025

Autor: Marcos J. Ibáñez

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Se nos dice, con una solemnidad casi académica, que hablar de "reconstrucción de la conducta predatoria" es un mito. Un eslogan de marketing. Una peligrosa venta de humo.

El argumento es elegante y simple: la predación es un sistema motivacional innato. No se "pierde", por lo tanto, no se puede "reconstruir".

Es un argumento que se basa en gigantes como Panksepp y Coppinger. Y en su base, tiene razón. Pero responde a una afirmación que nadie ha hecho.

Esta crítica construye un hombre de paja, es decir, interpreta erróneamente "reconstrucción" como restauración de algo perdido y expone una caricatura simplificada de nuestro trabajo, porque es más sencillo debatir contra una caricatura que contra la ciencia real.

Nadie ha dicho que el instinto se borre. Aceptamos plenamente que el sistema motivacional SEEKING es innato, filogenéticamente conservado y neurobiológicamente estable. Eso no está en discusión.

Lo que planteamos es algo mucho más específico: que la expresión funcional aprendida de ese sistema puede reorganizarse mediante plasticidad neuronal.

Este no es un debate sobre semántica. Es un debate sobre qué entendemos por plasticidad conductual en el siglo XXI.

1. El Error Central: Confundir lo Innato con lo Inmutable

La crítica opera con un marco conceptual que se detiene en la etología clásica. Se aferra a la idea de que lo "innato" es necesariamente "inmutable en su expresión".

Tienen razón en esto: el hardware es innato. El sistema SEEKING, los circuitos del hipotálamo lateral y la amígdala, la sustancia gris periacueductal... todo eso es el legado evolutivo del carnívoro. Es el motor del coche. Nadie lo cuestiona.

Pero el software —los patrones específicos de activación, las asociaciones aprendidas, los disparadores contextuales— es profundamente plástico.

Ningún perro nace con un "bug genético" que le haga perseguir bicicletas, patines o gatos específicamente. Ese es un patrón que se construye mediante aprendizaje: se asocia, se refuerza y se automatiza con cada persecución exitosa. Es un software disfuncional que se instala sobre el hardware innato.

Y si un patrón se construye de forma disfuncional, puede reorganizarse de forma funcional. Esto no es negar la base innata; es comprender la naturaleza de la plasticidad ontogenética.

2. Qué Entendemos por "Reconstrucción" (Y la Ciencia que la Crítica Omite)

La alternativa que nos ofrece la crítica es "modular el umbral de activación" o "canalizar" el impulso. Esto es, con todo respeto, insuficiente desde la neurociencia contemporánea. Es como intentar arreglar un fallo del sistema operativo ajustando únicamente el volumen.

El trabajo real no es solo "bajar el volumen" del instinto. Es reorganizar el significado funcional del disparador.

Cuando hablamos de "reconstrucción conductual", hablamos de un proceso de reorganización funcional y emocional dentro de un sistema motivacional existente, a través de los mecanismos que la ciencia moderna reconoce como pilares de la plasticidad neuronal:

  1. Plasticidad dependiente de la experiencia: Cada activación repetida refuerza un circuito sináptico; cada nueva asociación puede debilitar o desviar esa ruta (Hebb, 1949; Kolb & Gibb, 2011).
  2. Reconsolidación de la Memoria: Cuando un recuerdo motor consolidado (el patrón de persecución) se reactiva, entra en un estado transitorio lábil. En esa ventana temporal, el circuito neuronal puede actualizarse. El cerebro puede literalmente reescribir la asociación entre estímulo y respuesta (Nader et al., 2000; Schiller et al., 2010).
  3. Codificación Predictiva (Predictive Coding): El cerebro no es un receptor pasivo de estímulos; es una máquina de predicciones. El perro no "reacciona" al corredor; predice que el corredor es una presa. Nuestro trabajo es actualizar ese modelo predictivo, haciendo que el corredor se codifique como "señal de cooperación" en lugar de "target de persecución" (Friston, 2010; Clark, 2013).

En términos prácticos, esto significa:

  • Detectar dónde la secuencia predatoria se desorganiza.
  • Reactivar el circuito de manera controlada y segura.
  • Introducir una nueva información (cooperación, búsqueda guiada) dentro de la ventana de reconsolidación.
  • Reforzar esa nueva ruta hasta que el significado del estímulo se actualice: el corredor ya no predice persecución, sino colaboración.

Este proceso se alinea con los principios actuales de la neurociencia del aprendizaje, la cognición situada y la etología aplicada moderna. No es un acto de control, sino de acompañamiento adaptativo.

3. El Argumento Coppinger: Plasticidad Genética vs. Plasticidad Ontogenética

La crítica cita a Coppinger para defender que la secuencia predatoria es fija. Pero este argumento, irónicamente, refuerza nuestro punto.

¿Qué es un Border Collie? La secuencia predatoria innata reorganizada mediante selección artificial. El patrón se fragmenta: se conserva la orientación y el acecho, pero se inhibe la mordida mortal. Es la conducta predatoria reconstruida genéticamente para una función específica.

La cría selectiva es reconstrucción por plasticidad genética a través de generaciones. Lo que hacemos en el entrenamiento es aprovechar la plasticidad ontogenética, la capacidad del sistema nervioso individual para reorganizarse, en una escala temporal mucho más rápida.

Si aceptamos que el ambiente (selección artificial) puede modular radicalmente la expresión de un sistema innato a nivel poblacional, ¿por qué negaríamos que la experiencia estructurada pueda hacerlo a nivel individual?

4. La Verdadera Pregunta Ética: ¿Inhibición Exclusiva o Reorganización Funcional?

Finalmente, la crítica agita la bandera del "peligro ético", acusándonos de "vender magia" o promesas de "control total". Rechazamos ambas acusaciones, pero examinemos la ética de la alternativa que se nos propone.

El modelo de inhibición cortical exclusiva pide al perro que use su corteza prefrontal para suprimir activamente un impulso subcortical masivo. Esta estrategia es útil, pero como plan único a largo plazo es profundamente problemática.

Es funcionalmente poner una tapa sobre una olla a presión:

  • Falla bajo estrés (el cortisol degrada la función prefrontal).
  • Falla con la fatiga cognitiva.
  • Falla cuando convergen múltiples disparadores.
  • Condena al perro a un conflicto interno constante entre impulso y supresión.

Nuestra propuesta no elimina la inhibición; la hace menos necesaria mediante la reorganización del circuito. Cuando el estímulo deja de codificarse neuralmente como "presa", el conflicto ni siquiera surge.

¿Qué es más ético? ¿Vender esa frágil supresión que requiere vigilancia constante, o hacer el trabajo profundo de reorganizar el circuito para que el bienestar del perro y la seguridad del entorno sean compatibles de forma robusta?

Evidentemente, nunca prometemos "control absoluto". La conducta es probabilística. Pero hay una diferencia cualitativa entre un perro que resiste un impulso y un perro cuyo sistema predictivo ya no genera ese impulso ante el estímulo.

Conclusión: El Río y el Cauce

El instinto predatorio es un río. Es la fuerza de la naturaleza. Es el caudal que nunca se detiene.

El modelo tradicional nos ofrece diques y compuertas —la inhibición cortical— intentando contener la fuerza del agua mediante resistencia constante. Es una batalla de desgaste contra la biología.

Nosotros proponemos algo distinto: redibujar el cauce del río.

No intentamos detener el agua; respetamos su energía, su origen evolutivo y su propósito. Lo que hacemos es reorganizar el paisaje funcional por el que fluye, guiando la corriente hacia canales seguros, cooperativos y enriquecedores.

El resultado no es represión, sino armonización entre impulso, entorno y bienestar.

Eso no es un mito. Es neurobiología aplicada al comportamiento. Es el paso natural de la ciencia del siglo XXI: integrar plasticidad, emoción y ética en una misma práctica.

Referencias

  • Clark, A. (2013). Whatever next? Predictive brains, situated agents, and the future of cognitive science. Behavioral and Brain Sciences, 36(3), 181-204.
  • Coppinger, R., & Coppinger, L. (2016). Dogs: A New Understanding of Canine Origin, Behavior, and Evolution. University of Chicago Press.
  • Friston, K. (2010). The free-energy principle: a unified brain theory? Nature Reviews Neuroscience, 11(2), 127-138.
  • Hebb, D. O. (1949). The Organization of Behavior. Wiley.
  • Kolb, B., & Gibb, R. (2011). Brain plasticity and behaviour in the developing brain. Journal of the Canadian Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 20(4), 265-276.
  • Nader, K., Schafe, G. E., & Le Doux, J. E. (2000). Fear memories require protein synthesis in the amygdala for reconsolidation after retrieval. Nature, 406(6797), 722-726.
  • Panksepp, J. (1998). Affective Neuroscience. Oxford University Press.
  • Schiller, D., et al. (2010). Preventing the return of fear in humans using reconsolidation update mechanisms. Nature, 463(7277), 49-53.