Cuando el Estado decide sobre el lobo: el espejo de cómo seguimos malentendiendo a los perros de linaje antiguo
Autor: Marcos J. Ibáñez.
Hay decisiones políticas que parecen administrativas; resoluciones que, en apariencia, solo reorganizan papeles, competencias o presupuestos. Pero en ocasiones, debajo de una frase burocrática late un conflicto evolutivo, un choque cultural milenario y un eco ancestral que, si se escucha con atención, nos revela algo mucho más grande que la medida en sí misma.
La reciente decisión del U.S. Fish & Wildlife Service (USFWS) de no desarrollar un plan de recuperación para el lobo gris, alegando que ya no necesita protección bajo la Endangered Species Act, pertenece precisamente a esa categoría. Una noticia que parece técnica, pero que en realidad expone la fractura profunda que existe entre nuestra sociedad y aquello que aún representa lo salvaje.
Y, sí: aunque hablemos de lobos salvajes en Estados Unidos, esto nos afecta directamente a quienes convivimos, trabajamos o estudiamos perros nórdicos, linajes antiguos, perros tipo lobo e híbridos. Porque los mismos mecanismos psicológicos, evolutivos y culturales que impulsan estas decisiones son los que se cuelan en cada conflicto humano-perro cuando en casa vive un Husky, un Malamute, un Akita, un Shiba Inu o un Perro Lobo Checoslovaco.
El lobo que intentamos legislar a kilómetros de distancia es el mismo lobo simbólico que, sin darnos cuenta, tratamos de reprimir en nuestro salón.
1. La noticia oficial: el lobo está “recuperado”
La USFWS justifica su decisión argumentando que:
· la población actual (~2.800 individuos en el Oeste) es suficiente,
· la distribución es adecuada,
· la diversidad genética es estable, y
· ya no es necesaria una intervención federal.
Es un discurso que suena técnico, pero que pasa por alto algo fundamental: el lobo ha perdido más del 85% de su rango histórico en Estados Unidos.
Una especie extensamente extirpada no puede ser considerada “recuperada”; solo presente.
La propia literatura científica es clara:
· La recolonización real requiere conectividad funcional entre metapoblaciones y fenómenos de dispersión que garanticen flujo genético.
· Y la resiliencia depende de densidades mínimas sostenidas en múltiples regiones, no en unos pocos núcleos aislados.
Aun así, el discurso político simplifica:
“Hay suficientes lobos. Fin del problema.”
No es ciencia. Es narrativa.
2. Pero este artículo no va de política: va de nosotros
Lo que llama la atención no es solo la resolución, sino el patrón mental que la sostiene. El mismo que se activa cuando una familia adopta un Husky esperando un Golden con ojos azules. El mismo que aparece cuando alguien convive con un Perro Lobo Checoslovaco pero exige la docilidad de un Labrador. El mismo que ve un comportamiento “independiente”, “reactivo” o “exploratorio” y lo traduce como “desobediencia”.
Porque no es un problema de gestión. Es un problema de cómo el humano moderno entiende, o mejor dicho, no entiende, aquello que no controla.
El lobo, igual que el perro de linaje antiguo, nos confronta con una realidad incómoda:
Hay animales cuya naturaleza no está diseñada para nuestro orden, nuestras expectativas o nuestra velocidad emocional.
Y eso, para muchos, es insoportable.
3. El lobo como arquetipo de lo que no podemos domesticar
En cada debate sobre su gestión se cuelan tres sombras antiguas:
a) El miedo al depredador
Codificado en nuestra historia evolutiva.
Estudios en neurociencia muestran que estímulos asociados a depredadores activan amígdala, ínsula y corteza periaqueductal incluso en humanos modernos sin experiencia con ellos.
b) La necesidad de imponer orden en el territorio
Controlar lo que puede alterar las reglas humanas.
c) La dificultad para convivir con la autonomía ajena
El lobo decide por sí mismo. No pide permiso. No se adapta para agradar.
Esta autonomía es exactamente la que caracteriza a muchos perros nórdicos y primitivos; aquello que tantos tutores intentan corregir, pulir o apagar, como si fuera un error en lugar de un legado evolutivo.
4. Lo que ocurre con el lobo salvaje ocurre con el perro primitivo en casa
El puente es inevitable:
· Cuando el Estado dice “el lobo está recuperado”, lo que realmente está diciendo es: “No queremos asumir el coste de convivir con él.”
· Cuando un tutor dice “mi husky no obedece”, lo que realmente expresa es: “No sé cómo convivir con un animal cuya biología no fue diseñada para ambientes de obediencia y control continuo.”
Los casos que veo a diario, desde Malamutes escapistas hasta PLC con reactividad sensorial o wolfdogs con sobrecarga emocional, no son meramente “problemas de conducta”. Son problemas de expectativas irreales sobre animales profundamente distintos.
Y esta es la parte incómoda del artículo: No habla del lobo. Habla de nosotros.
Nuestra relación con los linajes antiguos queda al descubierto porque sigue el mismo patrón que nuestra relación con el lobo salvaje:
Intentamos forzarles para que se adapten a nuestras reglas, en lugar de adaptar nuestras reglas a su naturaleza.
5. La falsa idea de que “recuperar” es tener un número aceptable
Lo mismo ocurre con muchos tutores: Creen que un perro está “bien” porque no muerde, no ladra, no rompe… aunque viva reprimido emocionalmente.
Hoy sabemos que:
· Un perro puede tener cortisol crónicamente alto aunque parezca “tranquilo”,
· Los perros con poca libertad de elección y alta carga de control muestran más frustración y reactividad,
· Y que sucesivas microfrustraciones alteran el sistema dopaminérgico SEEKING, potenciando conductas explosivas.
Con los lobos ocurre igual: Un número no indica bienestar, resiliencia ni recuperación.
6. Mi reflexión final: lo que le pasa al lobo es lo que les pasa a los perros que aún llevan al lobo dentro
Este no es un artículo solo sobre ecología. Es un artículo sobre coherencia emocional.
Cuando el Estado declara que el lobo “ya está recuperado”, en realidad declara que está cansado de hacerle sitio.
Cuando una familia dice que su nórdico es “difícil”, está diciendo lo mismo:
Que no sabe cómo hacerle sitio a su biología.
El lobo salvaje y el perro primitivo comparten algo que la modernidad no sabe gestionar:
· autonomía,
· memoria evolutiva,
· sensibilidad sensorial,
· estructura social compleja,
· impulso exploratorio,
· necesidad de espacio físico y emocional,
· patrones predatorios integrados.
Y mientras sigamos intentando reducir esa complejidad para que encaje en nuestro molde, seguiremos teniendo conflictos, ya sea en el Congreso de los Estados Unidos o en el salón de un piso de ciudad.
Aceptarlo no es rendirse. Es comprender.
Y comprender es el punto en el que realmente empieza la convivencia.
Referencias
1. Ripple, W. J., & Beschta, R. L. (2012). Trophic cascades in Yellowstone. Frontiers in Ecology and the Environment.
https://doi.org/10.1016/j.biocon.2011.11.005
2. Carroll, C., Phillips, M. K., Lopez-Gonzalez, C., & Schumaker, N. H. 2020 Oct 29;71(1):73–84. . Wolf Delisting Challenges Demonstrate Need for an Improved Framework for Conserving Intraspecific Variation under the Endangered Species Act. doi: 10.1093/biosci/biaa125
3. Panksepp, J. (1998). Affective Neuroscience: The Foundations of Human and Animal Emotions. Oxford University Press.
https://psycnet.apa.org/record/1999-02235-000. 2020 Oct 29;71(1):73–84.